El ruido blanco y el frizz del viejo televisor es lo único que queda despierto. No he tenido buenos días últimamente. Bueno, ya todos lo han notado; no hay nadie que me haya visto desde aquel día, que no haya notado mi aspecto desaliñado.
Me despierto medio mareado y lo único que atino a hacer es prender un cigarrillo, uno más de esa larga noche. Pienso en cuanto tiempo seguirá afectándome. Cuanto tiempo seguiré preso de estos recuerdos, de este dolor que se niega a desaparecer. Me pongo de pie y me acerco a la ventana y entre la persiana distingo que por fin ha decidido visitarme. Jamás lo ha hecho. Todo contacto entre nosotros fue siempre gracias a mí. Y ahora esta subiendo por el ascensor para llegar al piso nueve y decirme lo que sé que viene a decir. Antes que llegue dejo la puerta entreabierta y vuelvo a mi lugar junto a la ventana. Dejo que entre por sus propios medios y no me importa que vea en la pocilga que vivo. Más bien dejo que compruebe que no solo mi aspecto luce mal por estos tiempos.
Se acerca en silencio hasta estar a mi lado y solo me habla para pronunciar aquellas palabras que no quiero volver a oír: “Me voy”. La sola frase resume toda nuestra historia, o por lo menos su modo de participar en ella. Recuerdo que una vez me dijo “no puedo dejar de huir de ti. Siempre hay algo que me hace huir”. Yo el muy idiota siempre estuve ahí, incluso ahora que me quedé para oírlo por última vez. Para disfrutar del dolor que me producen esas dos palabras.
El destino nos separo hace ya 10 años y siempre traté de revertir la situación. Lo que dios separa, no lo unirá el hombre.
Me doy el tiempo de escoger muy bien las palabras que diré, si es preciso que diga algo.
.
.
…
Le ofrezco un trago, jamás he podido ser tan directo como ella. Mientras voy por un vaso pienso en todas las cosas que dejé para estar hoy frente a ella dispuesto a todo, sin nada que me impida quererla y pienso también en como me dejé de querer a mi mismo. Ella se va. Se va y lo único que le he ofrecido para que se quede es un whisky.
Nos sentamos a tomarnos el trago y trato de ser amable. Ella se larga a llorar. Yo llevo años llorando, puedo controlarlo. Ella lleva tanto tiempo conteniéndose que la abrazo y sonrío, pero con pena.
Dejé mi ciudad, mi familia, mi empleo, todo para buscarla. Dejé todo para tener todo. Pero se va y ya lo sabía. ¿Por qué esta vez no iba a huir?¿por qué creíste que seria distinto?.
De golpe se pone de pie y seca sus lágrimas, se despide fríamente y por fin, se va.
Me quedo sentado. Asimilando, asumiendo. Mi quietud es la temblorosa quietud de alguien que recibe un disparo en el abdomen. Miro mi trago, miro la TV, miro la lluvia a través de la ventana.
Bebo de un sorbo lo que queda en el vaso, tomo mi chaqueta y salgo.
No vine a esta estúpida cuidad para ser espectador de cómo las reglas las sigue poniendo el destino y yo me quedo sin hacer nada.
Bajo corriendo las escaleras y llego afuera cuando ella ya ha tomado un taxi. No tengo auto y no se acerca ningún taxi como para decir el clásico “Siga a esa chica!”
Le robo la bicicleta a un tipo y pedaleo a más no poder.
Ella dijo algo de ir a recoger sus cosas, así que tomo un atajo y la alcanzo camino a su casa, frente a la playa. Me cruzo para detener el auto. Ella baja y me regaña, me echa. La convenzo de que hablemos y caminamos hacia la orilla de la playa. Le digo que se quede conmigo, que no corra más. Mientras caminamos hacia su casa se hace evidente que esto a ella también le afecta. Me dice, antes de cruzar la calle que la espere aquí, en la vereda de enfrente.
Lo está haciendo de nuevo, siempre lo hace. Me deja esperándola, esta vez mientras va a buscar sus cosas. Esas cosas que en vez de ir al aeropuerto, irán a mi casa. Siempre me deja esperando, aferrado al último vestigio de ilusión. Abre la puerta y un hombre la recibe con un abrazo y un beso. Tiene ya todo en el auto, solo faltaba ella. Así que salen inmediatamente. Mientras el le abre la puerta de su auto, ella, justo antes de entrar, se da un segundo para mirarme por ultima vez. El no se entera de que en esa escena somos 3, solo entra al auto y parten.
Ella siempre tuvo planes para si y ahora tomaría un vuelo con aquel tipo. Y yo empecinado en ser parte de aquellos planes. Ella se fue, una vez más. Esta vez por última vez. Y yo más derrotado que nunca. Por primera vez estoy vencido.
No hay nada que quede más perpetuo que lo momentáneo. Sobretodo, tan instantáneo que no se alcanza a saborear. La amé, pero por muy poco tiempo como para embriagarme. Por eso la he querido y la quiero, por que jamás fue mía. La amé, pero no logré cansarme. Soy como el niño que recuerda por siempre aquella película que solo vio solo una vez y que llega hasta los 30 y sabe que esa película es buenísima y se declara ante el mundo como un fan acérrimo de aquel film, aunque llegue por fin un día en que la vuelva a ver y la encuentre pésima y se pregunte por que llevó tantos años adorándola.
El televisor sigue tal cual lo dejé, pero ahora esta amaneciendo. Lo apago y me invade un gran silencio. Me acuesto en el sillón y disfruto de oír aquel momento silencioso, que me apresuro a atesorar. Quiero oírlo plenamente. No quiero percibirlo a medias y quedarme con el recuerdo de algo vago que amé unos cuantos minutos. Quiero disfrutar algo en su totalidad. Afuera el sonido de las micros me distrae, así que corro a cerrar las ventanas, todas. El refrigerador, los relojes, desconecto todo lo que produzca sonido. El momento se comienza a desvanecer, justamente cuando trato de atarlo a mí. Comienzo a desesperarme por completo, a darme que cuenta que los barcos y el tráfico ya hacen suficiente ruido como para poder aferrarme al único momento que me queda para extender. Saco mi revolver y doy dos disparos al aire, uno al lado de cada oreja.
No me importa volver a oír, estoy feliz de eso.
Por fin puedo disfrutar algo a cabalidad.
Esta sordera no se irá de mi lado.
Este instante se prolongará por siempre
Uno siempre busca la tranquilidad de lo absoluto.
Al fin poseo algo infinito: un momento infinito, silencioso.
Me despierto medio mareado y lo único que atino a hacer es prender un cigarrillo, uno más de esa larga noche. Pienso en cuanto tiempo seguirá afectándome. Cuanto tiempo seguiré preso de estos recuerdos, de este dolor que se niega a desaparecer. Me pongo de pie y me acerco a la ventana y entre la persiana distingo que por fin ha decidido visitarme. Jamás lo ha hecho. Todo contacto entre nosotros fue siempre gracias a mí. Y ahora esta subiendo por el ascensor para llegar al piso nueve y decirme lo que sé que viene a decir. Antes que llegue dejo la puerta entreabierta y vuelvo a mi lugar junto a la ventana. Dejo que entre por sus propios medios y no me importa que vea en la pocilga que vivo. Más bien dejo que compruebe que no solo mi aspecto luce mal por estos tiempos.
Se acerca en silencio hasta estar a mi lado y solo me habla para pronunciar aquellas palabras que no quiero volver a oír: “Me voy”. La sola frase resume toda nuestra historia, o por lo menos su modo de participar en ella. Recuerdo que una vez me dijo “no puedo dejar de huir de ti. Siempre hay algo que me hace huir”. Yo el muy idiota siempre estuve ahí, incluso ahora que me quedé para oírlo por última vez. Para disfrutar del dolor que me producen esas dos palabras.
El destino nos separo hace ya 10 años y siempre traté de revertir la situación. Lo que dios separa, no lo unirá el hombre.
Me doy el tiempo de escoger muy bien las palabras que diré, si es preciso que diga algo.
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Le ofrezco un trago, jamás he podido ser tan directo como ella. Mientras voy por un vaso pienso en todas las cosas que dejé para estar hoy frente a ella dispuesto a todo, sin nada que me impida quererla y pienso también en como me dejé de querer a mi mismo. Ella se va. Se va y lo único que le he ofrecido para que se quede es un whisky.
Nos sentamos a tomarnos el trago y trato de ser amable. Ella se larga a llorar. Yo llevo años llorando, puedo controlarlo. Ella lleva tanto tiempo conteniéndose que la abrazo y sonrío, pero con pena.
Dejé mi ciudad, mi familia, mi empleo, todo para buscarla. Dejé todo para tener todo. Pero se va y ya lo sabía. ¿Por qué esta vez no iba a huir?¿por qué creíste que seria distinto?.
De golpe se pone de pie y seca sus lágrimas, se despide fríamente y por fin, se va.
Me quedo sentado. Asimilando, asumiendo. Mi quietud es la temblorosa quietud de alguien que recibe un disparo en el abdomen. Miro mi trago, miro la TV, miro la lluvia a través de la ventana.
Bebo de un sorbo lo que queda en el vaso, tomo mi chaqueta y salgo.
No vine a esta estúpida cuidad para ser espectador de cómo las reglas las sigue poniendo el destino y yo me quedo sin hacer nada.
Bajo corriendo las escaleras y llego afuera cuando ella ya ha tomado un taxi. No tengo auto y no se acerca ningún taxi como para decir el clásico “Siga a esa chica!”
Le robo la bicicleta a un tipo y pedaleo a más no poder.
Ella dijo algo de ir a recoger sus cosas, así que tomo un atajo y la alcanzo camino a su casa, frente a la playa. Me cruzo para detener el auto. Ella baja y me regaña, me echa. La convenzo de que hablemos y caminamos hacia la orilla de la playa. Le digo que se quede conmigo, que no corra más. Mientras caminamos hacia su casa se hace evidente que esto a ella también le afecta. Me dice, antes de cruzar la calle que la espere aquí, en la vereda de enfrente.
Lo está haciendo de nuevo, siempre lo hace. Me deja esperándola, esta vez mientras va a buscar sus cosas. Esas cosas que en vez de ir al aeropuerto, irán a mi casa. Siempre me deja esperando, aferrado al último vestigio de ilusión. Abre la puerta y un hombre la recibe con un abrazo y un beso. Tiene ya todo en el auto, solo faltaba ella. Así que salen inmediatamente. Mientras el le abre la puerta de su auto, ella, justo antes de entrar, se da un segundo para mirarme por ultima vez. El no se entera de que en esa escena somos 3, solo entra al auto y parten.
Ella siempre tuvo planes para si y ahora tomaría un vuelo con aquel tipo. Y yo empecinado en ser parte de aquellos planes. Ella se fue, una vez más. Esta vez por última vez. Y yo más derrotado que nunca. Por primera vez estoy vencido.
No hay nada que quede más perpetuo que lo momentáneo. Sobretodo, tan instantáneo que no se alcanza a saborear. La amé, pero por muy poco tiempo como para embriagarme. Por eso la he querido y la quiero, por que jamás fue mía. La amé, pero no logré cansarme. Soy como el niño que recuerda por siempre aquella película que solo vio solo una vez y que llega hasta los 30 y sabe que esa película es buenísima y se declara ante el mundo como un fan acérrimo de aquel film, aunque llegue por fin un día en que la vuelva a ver y la encuentre pésima y se pregunte por que llevó tantos años adorándola.
El televisor sigue tal cual lo dejé, pero ahora esta amaneciendo. Lo apago y me invade un gran silencio. Me acuesto en el sillón y disfruto de oír aquel momento silencioso, que me apresuro a atesorar. Quiero oírlo plenamente. No quiero percibirlo a medias y quedarme con el recuerdo de algo vago que amé unos cuantos minutos. Quiero disfrutar algo en su totalidad. Afuera el sonido de las micros me distrae, así que corro a cerrar las ventanas, todas. El refrigerador, los relojes, desconecto todo lo que produzca sonido. El momento se comienza a desvanecer, justamente cuando trato de atarlo a mí. Comienzo a desesperarme por completo, a darme que cuenta que los barcos y el tráfico ya hacen suficiente ruido como para poder aferrarme al único momento que me queda para extender. Saco mi revolver y doy dos disparos al aire, uno al lado de cada oreja.
No me importa volver a oír, estoy feliz de eso.
Por fin puedo disfrutar algo a cabalidad.
Esta sordera no se irá de mi lado.
Este instante se prolongará por siempre
Uno siempre busca la tranquilidad de lo absoluto.
Al fin poseo algo infinito: un momento infinito, silencioso.

Comentarios
JÁ!
creo que es un gran texto que no alcancé a leer. te soy franca, me dio paja, pero es llamativo, incluso lo guardé para leerlo después.
(jaja, la patti).
te voy a hacer trizas por la ciber vida
MALDITO
Un abrazo
Un abrazo, nos vemos
escribe acerca de las cosas lindas de la vida, como yo que estoy entera rica.
Buena cauro, seguí, seguí escribiendo hasta que te sangre el toor, que las letras no las para nadie bro!
(L)
me dio lata leer
pero debe ser entrete..
ojala algun dia me lo cuentes
o me mandes un resumen.
besito
caló hondo en mi deshidratado corazón.... para ponerle una pizca mas de dramón, ponga de fondo la canción "Me rompió el corazón" de Los Tres! ajajaja
muy bien Señor Fabioo...